miércoles, 6 de marzo de 2013

Un asunto real y los abuelos

Seguro que muchas veces han deseado que se callaran los espectadores para poder escuchar la película. Ayer, mientras veía Un asunto real me pasó al contrario: ojalá hubiera tenido el mando a distancia de la proyección y hubiera podido pulsar el mute o el pause.
La peli está bien. Un poco lenta para mi gusto, pero admito que acelerar el ritmo hubiera sido un error de timing. Ya tenía que haber desconfiado cuando una sala de cine en sábado sesión de tarde 7:30 tiene más jubilados que un reparto de roscón gratis el día de Reyes. Mirase donde mirase sólo atisbaba cabellos plata o bronceadas calvas, de las con solera. Seguí admirando el geriátrico. Sí, era el varón más joven con muchísima diferencia. Lady Drywater no tuvo tanta suerte. La hija de alguien se había colado con veinte años.
A la harina. Los abuelos son lo peor. Su educación es con mucho la más carente que uno se puede encontrar. Aúnan el egoísmo y mezquindad senil con la sensación de estar de vuelta de todo. A un crío le reprendes y lo acepta. Un señor mayor, no. Le sobrarán argumentos, a menudo vehemencia, chocheo o sordera, falta de visión, próstata, canas… la excusa no importa. Nunca te dejará tener razón.
En medio de la proyección hasta dos veces determinados ilustres se pusieron a discutir. La voz subió de tono hasta salpicar a todo el cine:
-Cállense ya, cállense ya.
-Oiga, ¿nos quiere dejar hablar?
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-¿Quiere dejar de hacer ruido?
-Oiga, déjeme en paz. ¿Quiere dejarme comer? ¿Pues no ve que estoy comiendo almendras? ¿Quiere que le dé almendras y se calla?
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En ese momento los personajes se pusieron a hablar y nos cortaron el barro. Nunca me importó tan poco el futuro de la corona danesa. Pero ahí no acabó la impertinencia de nuestros mayores. Hasta cinco teléfonos móviles sonaron durante las 2:20 horas de proyección. Y una hasta se levantó y se puso a hablar junto a la puerta. Con dos cojones, sí señora. Acabamos la aventura con una impertinencia más, esta vez a la acomodadora-vendedora-revisora, quejándose amargamente del frío del lugar, que les aseguro que no era. Véngase a mi clase a ver a los alumnos hacer ejercicios con el abrigo puesto.
La otra reflexión que me dejó la experiencia fue menos mundana. La Dinamarca de 1772 se parece demasiado a la España de 2013. Otra vez un grupo de nobles acaudalados hacen gobierno para sí mismos, y cuando alguien pretende cortar de raíz sus exagerados privilegios, lo decapitan. El sistema de hoy es tan feudal como era aquel, pero con una diferencia. Entonces había ilustrados para salvar el culo a la plebe. ¿Dónde están los librepensadores ahora? No sé por qué dicen que los políticos son pésimos. Yo creo que tienen una inteligencia superior: hace falta ser muy hábil para robar legalmente y que el pueblo no te guillotine.
En cuanto a la película en sí, vayan a verla. Merece la pena por el vestuario, por los conceptos, por la trama en sí misma, porque la única manera de no repetir los errores del pasado es conocerlos. Para eso vale la historia. Y para sacar a los abuelos a protestar un par de horas lejos de sus amarguras cotidianas. A mí que me lobotomicen. No quiero ser así.

5 comentarios:

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  2. Gracias por la recomendación, la tendré en cuenta en mis futuribles :-)

    En cuanto a lo que comentas de las discusiones con los abuelos, es cierto, no se les puede decir nada porque siempre van a querer llevar la razón. Pero supongo que de todo hay, no creo que todos envejezcamos hacia el lado cascarrabias y "hago esto porque me sale de los cojones".

    Abrazos Dry.

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  3. ¡Bueno, siempre está bien saber qué es lo que no queremos ser cuando la vejez nos castigue!, en cualquier caso no hay mayor castigo que añadir al hecho bio-psico-social de ser mayor el triste hecho de ser un maleducado,¡ porque desde luego,lo son, y mucho!...Luego hablan y critican a la juventud...¡Pero claro la culpa es de la vejez!...

    Un abrazo Drywater

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  4. Si es que se creen a vueltas de todas y con el derecho ganado de poder comportarse como les de la gana...

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  5. Por cierto, la película me encantó. La historia se repite y tropezamos una y otra vez con la misma piedra...

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