![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPlZmlpFb4FHg9-237-PHz_HuGmtAc3ghuvTZBwE16IN7-tJBjGdmYg6XUa5Sb2gyXOlwdZcTXycxP93Kh-dWqWQhjrRVeIH7T3c2Qm0ZOkiQ3vmmDfh___MxUgLIvAmxL3ONYr5Le-c24/s280/mirada.jpg)
¿Es factible, por tanto, categorizar a la
gente según el modo de observarnos? Seguramente sí, pero la clasificación sería
tan extensa que caería en un archivo quasi-infinito sin eficacia ni
discriminación reveladora.
Pero no todo está perdido. Pese a tanta
digresión baldía, hay algo que sí resulta clarificador. Todavía más, se hace
imprescindible: el lenguaje visual con extraños o entre conocidos.
Relacionarnos con aquellos que conocemos es
un ritual mágico y variado. En estos tiempos de whatsapps y likes se
agradece que la comunicación todavía pueda confiarse a un gesto, a una palabra,
a un vistazo fugaz, haciendo el mensaje más o menos explícito, más o menos
discreto, con mayor o menor sutileza contextual. Frente a la belleza invasiva
de la abundancia de palabras, de las que algunos oradores son auténticos
juglares, poetas, charlatanes o tuercementes, una mirada puede condensarlo todo
sin necesidad de explicar nada,
como si fuéramos Athos, el mosquetero que nunca
hablaba de más, ordenando a su criado Grimaud que ensillara los caballos o que
abandonara la habitación sin que ninguno de ellos necesitase abrir la boca.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6bCwdK0WmyMqlTJFh2t0_uIcRta_Y3pPW0HdwOncIxVjvkzc8idlnvkgPN76P1osT1WIY3VK_olgSmo8x2RMiP4gKrq-qOQW6QiBjh8fI85J1byAyA6xXayy7IH1MzclAk6VFGt_GCXyh/s1600/ag.jpg)
Pero no hemos venido aquí a dirimir la
supremacía de las palabras sobre las miradas –o viceversa–, sino a desnudar las
verdades que encierran aquellos que miran sin tener por qué.
Hay un abanico de posibilidades en los ojos
de un extraño. Enfrentar los de una persona del género opuesto suele encerrar
un interés sentimental, un alegrarse la vista, o un buscar complicidad de
atracción mutua. A veces, si uno de los dos se siente muy guapo/a, la mirada es
de superioridad sobre el otro, de “deséame porque soy mucho para ti y nunca me
podrás tener”. A nadie le gusta que le miren así, pero la culpa es de uno mismo
por hacerse ilusiones en lugar de aparentar indiferencia o perder el tiempo en
escotes más agradecidos que esos ojos crueles. Qué mejor que una desconexión
visual que signifique “estarás muy buena pero te lo crees mucho; no me
interesas y te alimentas de miradas; por mí, te quedarás anoréxica por
engreída”.
Cuando el flirteo es fácilmente descartable,
el miedo o la desconfianza pueden filtrarse entre los prejuicios del
aparentemente más débil u honesto. “¿Me va a hacer algo? ¿Me quiere
robar/violar/trocear con ese bocadillo enorme que lleva en la mano?” Nadie está
libre de la paranoia, pero cuando el temor deja entrever el prejuicio ninguno
de los dos lo pasa bien. Uno porque cree que le van a hacer daño; otro porque
le cuelgan el cartel de presunto agresor solo por ir sin afeitar o con las
deportivas sucias.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD8HjBWIvl2AyMWewjGpXwJyZWFH48mmYqry-RcmeljjMrpt-UZRoDpthqStklA7OYc_jlISTU-k3qvnczBWSd9UDuXZ_iy8Rj8V_heeeQ2Pv7_Ld0gOp7HqptEI9zFc8EGM71xjsXrQdO/s1600/runners.jpg)
Luego está el vistazo cotilla. Y aquí la
variedad es generosa. Desde las miradas alevosas e interminables de las abuelas
descaradas y las marujas impunes hasta la fugacidad reservada de los tímidos o
temerosos de tu ira. La gente no tiene vida propia y se alimenta de la tuya, de
vaticinar, concluir y condenar tus actos, de arreglarte la existencia en dos o
tres sentencias simplistas y posiblemente desacertadas. Ladran, luego
cabalgamos.
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Cuanto más se introduce uno en la madurez
menos se sostienen estos absurdos torneos visuales de machos alfa, lo mismo que
nos empieza a dar igual salir antes del semáforo o correr más en las rectas. Al
final, la sensación de que se te comen el pan en los carriles de circulación o
la impresión de que eres más chulo que el otro maca se acaban diluyendo en un
mar de indiferencia. Al fin y al cabo, siempre habrá gente a la que no se le
pueda mirar a la cara porque se enojan y muestran desafiantes. No todos tenemos
que superar la edad del pavo. Algunos tienen derecho a ser chungos de por vida.
Hasta que se topan con otro más peligroso y de la nada se hacen las navajas con
el filo goteando rojo. Hay que ser más inteligente. Al fin y al cabo, siempre
habrá una chica que te ignorará, una abuela que te temerá, una maruja que cotilleará
tu proceder, un corredor que se sentirá superior a ti y un chulo al que no
podrás desafiar. Tu existencia es mucho más que todo eso. Si no, tienes un
problema de superficialidad.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpeH72gi-iLyzq7txAiHudCHlkf8yXYT5BE1KZP5-UGFEfI-ljVrmL5cCZEP7USWyKvFZiGe1Vm1l46lSZzyAy4qCAWuatFQJQ2TXfwPqnlxcw1dVe8EwN-e6ldzr0Ad8s9VvCuuvx1nc3/s1600/jug.jpg)
Buenísimo!....Analizas todas las miradas posibles con atino y tu opción final de trivializar la materia viene muy bien justificada.... Creo que no podría mirarte mal aunque me lo propusiese y por supuesto,¡aunque te importara un pimiento!.... :)
ResponderEliminarAbrazo!