![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfleYQsqh-Nc7SONFaKun8RsFfINF0hF_ivpf57h1fFHhSQrxpbB9xxvVTiqhXS2faGUqdVOhyphenhyphenGRipd_n-ytec0eMKuzT-vZML8wUrDVwqrlUBCnHI5oiFQbe0MaeorgydWqtLzfQpBQo3/s1600/gu3.jpg)
Que los futbolistas no son
personas muy instruidas no es ningún secreto, pero lo de Gutiérrez ya es
cebarse. Al talentoso exmediocentro madridista, ducho en estilismo,
metrosexualidad y frivovalores, le ha dado por gustarse en un reiterado anuncio
televisivo de Fever, una aplicación móvil a medio camino entre página de
contactos y buscador digital.
Guti irrumpe en la caja tonta en
plan pitoniso quedón, impecablemente vestido, informal, desenfadado, pijo a
reventar, y acompañado por una impagable colección de amuletos esotéricos del
chino: elefante de porcelana, bola de cristal de pega, piedras minerales, mazo
de cartas e incensario tribal. Todo sobre un tapete místico de dudoso gusto, de
azul marino a juego con el fondo galáctico que mistifica el plano, con unas
casiopeas y un círculo zodiacal a medio trazar en neones horteras.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzotkS5yn1ilHbqIJpOzO4Smra5OKLWKr6XOIFFohh2GKEjW4JJHFKphK87kz__uNJQWRzs4RTaSHcxnlfI_TrLMtd8cBJiUmn7Jcqlri7XQgkb_0_4b-b3lvbybq5AV65bxYzcWMm-btj/s1600/gu1.jpg)
Flanqueando
al pavo aparece el nombre de la aplicación y un móvil en permanente ebullición.
Del otro lado emerge una horrenda columna tapada por una cortinilla de burdel
barato, y sobre ella la madre de todos los corderos: un aguilucho disecado, que
mueve la cabeza como si estuviera vivo y que habla con Guti ¡en argentino!
Los diálogos son para denunciar
al guionista, y ya no te digo nada del supuesto tono casual falsamente
improvisado del adivino, que ni es gracioso ni espontáneo. En el más puro
estilo Ashley Madison, el brujo merengue recomienda al desgraciado abandonado
por la novia que conozca gente con un inspirado
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWsC5UnfJQVAE5sXw9JLDy-1l4DWN-VFJtx-t9tz4_jD08OmEXl015e3Y2RJXQziaNPIwgy82sBunSTRQgPJTQgArfzSZbAZQHVwAGUh4NY4ExF1u9us-t0Oo92YSHQrbsrFibhwrR0Tgw/s1600/gu2.jpg)
“De flores está lleno el
campo”. Pero ahí no acaba el repaso. Luego compara volver con ella con ver un
partido en diferido.
La forma es pésima, manida y poco
ingeniosa, pero el fondo ya es de nota. Más que nada porque en la vida real el
campo no está tan lleno de amapolas como dice el nigromante. Muchas están
marchitas, disecadas, polinizadas o ya tienen su propio abejorro. Otras
producen más alergia que alegría o se están empezando a ajar. Tengo un nutrido
grupo de conocidos pateando el jardín durante muchas lunas y no me parece que
para ellos sea primavera, más bien un crudo invierno. Ligar a los treinta o
cuarenta no es lo mismo que hacerlo a los quince o veinte.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjByXL4buhuyHncvSJogFhntUab8y71FFsiTFO2LewxWK2qLGy2-6o4ViKToLj2u2dxB0h-2U1vGmJw_fih5baLdkZez7Eo8ug3y1APgpZ5sNNVaaKBx7lSI9ADm_l_xz98EqK8-pNGFyXm/s1600/l1.jpg)
Respecto al segundo remedio
metafórico, más de lo mismo. Si volver con alguien es ver un partido en
diferido, entonces muchos, cada día, cada noche, ven la misma película. Puede
que les guste. Quizá no les desagrade. O simplemente prefieren ver lo mismo
cada amanecer a cambiar de canal. La rutina forma parte de las relaciones. Es
necesaria. Ayuda a centrarse. Otra cosa es el aburrimiento.
Otro comercial que estaba al caer
era el de la lotería. Asumiendo que el calvo de la Navidad no volverá,
superar el espectacular derroche de medios del año pasado con aquellos cinco
monstruos interpretativos –Pastori, Marta Sánchez, Caballé, Bustamante y Rafael–
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgk4ausJYWwSfdmh3j5WH_-MHzPXE9rlE5tCdgMK4wcv0-3U46Yyy3xGbc0SXKI3RPhYLrE28w9yoRU45xBsCCIz_PpVcYO6Ljm8YCklYkkq3X2_Z_amy5i5MVdq8x7wryA9PRpMPVQBj2_/s1600/calvo.jpg)
resultaba tan quimérico como acertar con el gordo. La solución ha sido apostar
por una historia pequeña, de esas que llegan muy adentro y que no joden el
presupuesto de la administración. El primer premio toca en el bar de Antonio,
el clásico local de barrio obrero, y el desgraciado de Manuel, al borde de la
jubilación, o parado, o hasta los cojones de la fábrica, va y por una vez no
compra su boleto. Ya no es que todos sean ricos menos tú, es que encima hay que
bajar y felicitar a todo quisque. Manu cumple a regañadientes y consumido de
una inmensa tristeza asume su obligación para con el bar, solo para descubrir
que Antonio le ha guardado el número premiado en un sobre con su nombre.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEFmLGJm_RX1s-7ex60k0wEG4aYyK09j8Oqi74pviq8UEyiBAYzJiyGFtQf0aCR3HqwC8Guf4hECTMEqp0jMd6yWIAStA8SsJTfRQL9rRKdHAMY4PHrQkRPW5rls6v1A0Mom-Z5Uy8lM_H/s280/g1.jpg)
Todo esto es bonito, pero es
mentira. La primera pregunta que uno se hace es: Y si no hubiera tocado… ¿le
habría cobrado los veinte euros igual? ¿Y Manuel hubiera pagado tan
alegremente? No negaré que ver a alguien ser generoso por encima de lo
razonable es conmovedor, pero sigo sin creerlo.
Otra cosa es lo de felicitar al otro.
Me parece un tema controvertido. En una sociedad comida por los celos, las
envidias y las comparaciones cuanto más odiosas mejor, es difícil asumir que el
éxito ha caído sobre el compañero y se le debe reconocer. Pocas, pero algunas
ocasiones, he percibido la envidia en aquellos que deberían alegrarse por mí
cuando algo me ha ido bien.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikyYWRHV7ucj6byPnHOYxxMVdHGaQZj0gehpldmWc6EBhI-3r_Oli8YdB2ecMQIHWGbbUvvsuxX76EhXFzLcIwXEYEcLnnnsgqTdFl16094u7SFzgi5S52Z7l_PaQfj_NFSaNqYq0w780v/s1600/l4.jpg)
Cuando le sonríe la suerte al vecino, o se ha
ganado un reconocimiento por su esfuerzo, o su victoria supone tu derrota, hay
que admitirlo y darle la enhorabuena. Por mucho que duela.
Si el anuncio de adivinación se
hubiera hecho con un ciudadano anónimo habría resultado mucho más creíble. No
te digo nada si a toda la peña de veteranos del Real Madrid le toca el gordo y
Guti se olvida de su participación. En youtube lo petan.