Vosotras seguid así, aumentando
la brecha entre una maternidad esclava y una paternidad responsable. Continuad
diciendo que no sabemos cambiar pañales, que el lavaplatos no se coloca
así y que planchamos como el culo.
Insistid en que dejamos la cocina hecha un asco cuando hacemos chuletas y que
nos sobran nueve raciones de pasta cuando cocemos espaguetis.
No pasa nada. Siempre estarás tú,
esforzada madre, truhana de pescadería, experta en colas mercadoniles, planchadora
ágil y asistente de regalos para cualquier ocasión.
Pero a ver… ¿qué mierda de
igualdad nos estáis pidiendo con anuncios segregacionistas como estos?: “Tu
bebé y tú”, “Éste ya lo hace como a mí me gusta”, “Estoy harta de tanto
frotar”. Joder. La supermamá, la esclava fregaplatos y la lavandera a la piedra
se lo tienen bien merecido. ¿Pero las demás? ¿En serio os creéis todo eso?
¿Pensáis que no queremos saber nada de hijos, de planchas, de compras, de
aspiradores, de orgasmos femeninos y de lejía? ¿Qué clase de marido, novio o arrejuntado
os vendieron en la infancia? ¿No habéis acabado la ESO, Lo comprasteis en un
chino, lo regalaban con la nómina o es que llegasteis las últimas?
Yo no entiendo un carajo. La
sociedad es abrumadoramente machista en casi todo y obcecadamente feminista en
un puñado de matices, y no siempre baladíes.
Los hijos. “No hay amor como el
de una madre porque ella ha tenido al bebé dentro de sí”. ¿Y ya? ¿No hay padre
que pueda querer a su vástago como una madre, a su modo? Yo he visto mucho desinterés
en papás que han pasado de sus niños, y mucho egoísmo en mamás que han
estropeado la vida de su prole con sus propios deseos, en contra de lo que los
pequeños necesitaban. Yo siempre digo: ¿Quieres lo mejor para ti o para tu
hijo? A veces no me responden. A veces mienten.
No sé quién hace los anuncios de
premamás, pero una cosa tengo clara: patinan. Convierten el nacimiento del bebé
en una simbiosis perfecta entre madre e hijo, y los demás que arreen, que
envidien, o que se alivien de no tener que cambiar pañales o dar biberones a
las cuatro de la mañana. No negaré que ocurre a menudo –en algunos hogares,
siempre–, eso de declinar las responsabilidades, pero lo mismo se podría luchar
por la igualdad también en esto. ¿Has pensado que tu marido no sabe poner
dodotis pero que, oh, milagro, puede aprender? Sí, sí, los varones también
saben automatizar, por raro que os resulte. Si quieren, claro. Y si queréis
vosotras, gallinas cluecas. Los comerciales son sesgados, feministoides,
parciales. Pero claro, hay que apuntar al corazón maternal, ése que pagará lo
que sea porque su bebito erupte sin dolor.
De profesión, sus labores. ¿Por
qué no puede haber mujeres poniendo ladrillos, manejando el toro, arreglando
wi-fis? ¿Y hombres haciendo de canguro? ¿Qué pasa, que todos somos unos
pederastas de mierda? ¿Tan mal se nos puede dar el cuidado de un chiquito?
No somos iguales. Poneos como
queráis pero no lo somos, y vosotras tenéis mucha culpa. No tanta como
nosotros, pero sí mucha. Es como quejarse de que los tíos os miran el escote
después de poneros cuatro tallas menos de blusa. Si uno quiere nadar y guardar
la ropa, lo mejor es bañarse con ella. Así seguro que no se la llevan.