Un friki enloquece y siembra el pánico en la ciudad
Un ciudadano medio sufre un brote
paranoico y agrede sexual y brutalmente a dos jóvenes a las que intentó
mancillar sin éxito gracias a la intervención de varios transeúntes que
escucharon la algarabía desde el micro abierto de su móvil.
Las cámaras urbanas han grabado
todo el suceso y puede visionarse y descargarse mediante facebook, tuenti,
wasap, youtube, cotilling y otras 167 plataformas. También en la web de las
principales cadenas de televisión. Al parecer, las dos niñas de 15 años, según
su DNI informático, estaban descargando nuevas aplicaciones en su teléfono
móvil Cyborg para detener la aparición de acné y para estimular el crecimiento
del pecho. A tenor del poco busto de una de las víctimas y de los granitos
faciales de la otra, no hace falta aclarar quién se estaba bajando qué. Estaban
pues las dos muchachas descargando sus programas cuando el acusado se abalanzó
sobre ellas gritando como un poseso con firme intención de abusar de ellas.
La doctora en criminología sexual
de la policía digital sostiene que “el sujeto no hubiera sucumbido a sus
pasiones si se hubiera descargado en cualquier dispositivo un
release&relief. Se trata de un driver que ejecuta pequeñas descargas
eléctricas que, enfocadas en el occipital o los genitales, puede producir
placer suficiente para calmar pulsiones sexuales durante varios días. De hecho,
su estado de barbarismo es lo que le ha condenado a cometer semejante atrocidad,
pues el sujeto no portaba ningún dispositivo de trigésima generación.”
No es la primera vez que se
recomienda mediante videonoticias instantáneas la implantación obligatoria de
estimulación tecnológica orgásmica en varones cuyo historial digital delate que
no han tenido ningún tipo de descarga sexual en los últimos cinco días. También
se advierte a las autoridades de la necesidad de fichar a los ciudadanos con
antecedentes y obligarles a llevar un cinturón proyector de nubes de
información donde se describa el delito que ha cometido el detenido y su
situación penal actual. Así las víctimas potenciales podrían leer la
información antes de aproximarse 15 metros a un reincidente o recibir una alerta
del escaneo espacial. En casos de criminalidad fragrante dichas nubes podrían
incorporar alarma acústica ante la cercanía de los sujetos.
“No sé qué me ha pasado. Sólo
quería que se acabase ese zumbido en mi cabeza. Cuando las he visto no he
podido evitar lanzarme sobre ellas”, ha dicho el imputado.
El abogado robot de oficio ya ha
tenido su primera entrevista con el acusado. Interneticias ha tenido acceso a
la grabación, pero ya les advertimos que es infumable, no tiene base científica
y carece de fundamento. Pueden descargarse la declaración entera para móvil,
turbocoche, moto voladora o panel de control domótico. Para ello, pinchen en el
siguiente enlace o transmitan una orden neuronal.
DECLARACIÓN
COMPLETA
“Empecé a sentirme mal cuando me
cambié el móvil. Dibujando un corazón en la pantalla se marcaba automáticamente
el teléfono de mi novia. Si decía “off” se apagaba solo. Al principio me
gustaba, pero pronto me cansé de las tontadas del aparato. Inocente de mí.
Ojalá hubiera podido conformarme con aquello. Luego vino el auténtico infierno.
Primero fue la llave digital para la puerta de casa. Funcionaba bien, hasta que
un día tuvo que venir el cerrajero escaneador. Después nos impusieron la ducha
en seco, la bebida en tubo de ensayo y la lavadora por protones. La calefacción
funcionaba por flujos de contracorriente softwárica y tuvimos que quitar la
cocina, porque la cena ya no se hacía, se programaba en el ordenador
alimenticio. Metías un DVD comestible y el grabador te quemaba los nutrientes
sobre la superficie. Sabían deliciosos.
Luego vinieron los asuntos
amatorios. No bastaba con embarazar a las mujeres con inyecciones, en 2024 se
prohibió el sexo carnal y se sustituyó por unos electrodos en la sien, muy
placenteros, por cierto. Después vinieron los libros y la escuela. Cargarse a
los profesores estaba bien, era una panda de vagos ineptos, pero… ¿hacía falta
descuajeringar los institutos? El fracaso escolar murió gracias a las
inyecciones de matemáticas, inglés, lengua y las otras. La revolución
industrial y las grandes guerras con un solo pinchazo. Nos salió la vena
intelectual.
Un aspirador en el ombligo jubiló
los excusados y las enfermedades se podían curar usando un potente antivirus
con puerto USB conectado a nuestra nuca. La disquetera del parietal nos
permitía visionar películas y partidos dentro de nuestros ojos sin que la
imagen saliera del iris. Era como ver hacia dentro, algo muy agradable para
conducir, con el Kitt de coche. Fantástico, claro. La maldad estructural se
aspiraba por la boca con un succionador de suciedad espiritual, y con un aspersor
de ética te volvías buena persona, aunque a veces se pasaron con la dosis y
unos cuantos se volvieron hippies happys y fumaos y hubo que deslobotomizarlos
con un plug and play. Hasta aquí todos contentos.
Menos yo. Estaba cansado de
decirles a mis amigos que saliéramos a beber y que me mandasen cogorzas
virtuales, que a mi juicio eran mucho más cabezonas y de resaca más árida. El
optimizador lo arreglaba, pero para mí eso era trampa. No me sentía bien.
Decidí ir al médico, pero cuando el taxi virtual dejó a mi consciencia a la puerta del ambulatorio me llevé un buen
chasco. El edificio era un cementerio de etéreordenadores. Los galenos ya no
existían. En su lugar me conecté un pen-drive de diagnóstico que en cinco
segundos me detectó el mal: sobredosis digital, sin cura conocida, salvo el
destierro a lo silvestre agreste. Me lo planteé, pero mi mujer me dijo por
wasap cerebral que ni hablar, que en lo bueno y en lo malo.
Acepté que estaba atrapado, pero
la cosa fue a más. Ayer estallé. Vi a un par de crías sacar el mega móvil
esteticién para hacerse la manicura digital y algo en mi cabeza hizo click. No
era la disquetera. Ésa hace clack. Me abalancé sobre las mocosas con un afán
desenfrenado de arrebatarles los móviles y tirarlos al río. Pero no con el
ctrl+alt+supr, sino físicamente. Se asustaron y empezaron a gritar mientras se
guardaban el dispositivo en el bolsillo en lugar de llevarlo al portapapeles.
¡Qué tontas! Intenté cogerlo de sus bolsillos pero se pensaron que quería
violarlas. Qué estúpidas. El electrodo naranja da mucho más gusto. Pero ya nada
les sacó de su error. Miles de cámaras nos habían filmado y en seis minutos
estaba detenido –físicamente. A los transeúntes que me agarraron intenté
explicárselo, sin suerte: no sé qué me ha
pasado. Sólo quería que se acabase ese zumbido en mi cabeza. Cuando las he
visto no he podido evitar lanzarme sobre ellas.”
Muy bradburiano todo. Sublime, como siempre.
ResponderEliminarCiertamente sublime...
ResponderEliminarUn abrazo
Eres un visionario ¿quién sabe cuántas de estas cosas se inventarán en la realidad?
ResponderEliminarHay que ver lo que cambia una historia vista desde el punto de vista del protagonista a la que nos han contado.
Me ha encantado.
Abrazos.