Hace pocos días aparecía un
político quejándose de que con sus 5100 euros no le daba, y las reacciones
populares –que no del PP– oscilaban desde el que se indignaba civilizadamente
hasta el que, entre insultos legítimos, pedía quemar en la hoguera al
desagradecido privilegiado. El nota, sin embargo, no citó semejantes exabruptos
como medida de provocación o refinado cinismo. El pavo hablaba en serio. De
poco valió que se disculpara públicamente o que intentara aducir miles de
gastos de dos costosas viviendas, la peña ya estaba picada.
Este tipo de episodios denuncian,
más allá de que habitamos una sociedad tremendamente descompensada, que cada
estrato social es absolutamente ajeno y desconocedor de las circunstancias de
las demás capas, tanto superiores como inferiores. Uno tiene la vida que tiene,
con sus ventajas y privilegios o sus estrecheces e inmundicias. Si no le abren
los ojos, el diputado seguirá pensando que el Gobierno le ha jodido porque en lugar de 6000
cobra 5000. Y lo que es peor, ciego ante la perspectiva, mirará al pobre con
recelo porque a ése sólo le han quitado 10 euros mientras a él le sangran 1000.
Para el amigo político gallego, con su mundo irreal flotando en una burbuja de
protección, efectivamente le han hecho una putada muy gorda, y sólo cuando le
cuentan lo que de verdad cobra un parado, o una familia entera malviviendo de
un AIF, o un mileurista con cinco hijos, sólo entonces se percata de que más le
vale cerrar la boca y rezar para que los hambrientos no le asalten la casa y se
atrincheren en la nevera.
Vivimos en la sociedad de la
información, y eso es muy peligroso. Más que nada porque los medios filtran lo
que quieren, y lo mismo demonizan a ciertas profesiones –profesores,
controladores, funcionarios– que protegen anonimando a otras –políticos, altos
ejecutivos, futbolistas, banqueros–. Nunca la verdad ha sido tan mentirosa,
porque lo mismo nos cuentan la infidelidad del vecino que ocultan la pederastia
del portero, por amiguismo, afinidad o enrevesados resortes que no alcanzo a
comprender. Yo estoy seguro que la mitad de los blindados de este país no son
conscientes de cómo lo están pasando la mayoría de inmigrantes y una buena
parte de los nativos, y que la otra parte de los ricachos están rezando
mientras se frotan la manos para que no nos demos cuenta de cómo viven, porque
el día que nos cosquemos, y ojalá ese día llegue, quemaremos el parlamento,
saquearemos sus mansiones y los pasaremos por la guillotina. ¿Les parece
excesivo? ¿Y que piensan que nos están haciendo ellos civilizadamente?
Ya estamos tardando.
ResponderEliminarquemar el parlamento, humm!...saqueos de mansiones, humm!...guillotinas, humm!...a las barricadasssss!!!!
ResponderEliminarHasta ahora Dry!!
Pues sí, vivimos remojados en un océano de información que parece alejarnos en vez de acercarnos. Y dentro de ese mar, los hay más tontos y menos. Y ese diputado se lleva la palma. madre mía.
ResponderEliminarUn saludo :)