Mi flamante relato fue en principio
aceptado por el responsable de la revista, pero unos días más tarde fue
recomendada su retirada por las altas instancias. Y ya se sabe que donde
gobierna patrón no manda marinero, y mucho menos grumete.
NOTA: Todos los personajes y
situaciones de este relato son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es
pura coincidencia.
Sonó una mañana más el timbre de entrada al
infierno. Ylenia Piquillo cruzó el umbral del aula 20 con cierto reparo,
incluso temor, de levantar nuevos fiambres de compañeros recientes. El miedo pronto
se hizo certeza, porque en el interior, a modo de lóbrego tanatorio, los
cadáveres fríos de Daniel Álamos, Alberto Valenciano e Irene Malena ocultaban
sus desdichados rostros bajo una mortaja de workbooks de inglés. Violeta Cacao
y Bubacarr Sinsajo aparecieron entonces y repetieron ritual de asombro
incontenible y barra libre de pavor. ¿Quién podía hacer una cosa así? ¿Eran
ellos los siguientes? ¿Le pondrían parte al asesino?
Poco a poco fueron llegando los demás: Nerea
Sol, Diego Dalma, Paula Trallazo, Lucía Cabello y Estevi Soldado. Y cuando los
muchachos se sentían fuertes como grupo, Iván Gonzalo avanzó a trompicones por
el pasillo. Estaba malherido y su mirada delataba mil atrocidades cometidas
sobre su cuerpo. Llevaba el pelo cortado a lo pijo y vestía igualmente ropa
pija de marca.
–¿Qué ha pasado, Mª José? –sollozó Estevi
absolutamente deshecho.
–No… lo vi venir, colega –se excusó el
moribundo.
–¿Quién ha sido? –acertó a preguntarle Nerea.
–Un pro…fesor. Pero… no uno cualquiera. Ha
si… si-do…
La frase murió incompleta a la vez que lo
hacía su interlocutor. Estevi no paraba de llorar abrazado a su pecho, tal vez
pesaroso de no haberle dicho al desdichado Iván lo mucho que le importaba. Los
demás no mostraban tanta zozobra, y tan solo se maldecían por no haber podido
sacarle al difunto el nombre que buscaban.
El agente de medicina forense no tardó
tampoco esta vez en averiguar las causas de tan horrendos crímenes: Daniel,
Alberto e Irene habían sido obligados a hacer una página entera del cuaderno de
ejercicios de una tacada. Una salvajada morbosa y enfermiza como solo el
profesor de inglés podía pergeñar. Respecto a Iván, su cambio de look era
altamente tóxico y provocaba horrible eccemas en la piel. Quien quiera que lo
hubiera tuneado así, iba a hacer daño y lo había conseguido. Al fondo,
recortando su imponente silueta contra la ventana, Estevi Soldado juraba al
viento que vengaría a su más que amigo.
Pero aquel viernes de junio, lejos de
ofrecerle venganza a Estevi, tan solo le proporcionó asiento en el mismo aforo donde
Iván veía el partido de la existencia, sabedor de que nunca más sería
convocado. Esta vez fue en el patio, durante la hora de educación física. El
profesor examinaba a 2º D de patinaje artístico. Diego y Estevi esperaban su
turno echando unos penalties en el exterior. De repente se oyó un disparo seco
y un siniestro reventón. Todos salieron asustados al patio. La pelota estaba
deshinchándose a gran velocidad y cada silbo fúnebre del idolatrado balón era
un estertor más en la respiración sofocada de Diego Dalma y Estevi Soldado.
Privados de su balón de oxígeno, sus pulmones empezaban a convulsionarse con
desesperación. “Cuánto le gusta al asesino este el rollito de asfixiarnos”,
pensó Bubacarr, mientras imaginaba cómo le matarían a él. Para descartar tan sombríos
pensamientos, sacó de la manga su rol de macho alfa.
–No os preocupéis, chicas –dijo Bubbie–, yo
cuidaré de vosotras.
Las féminas aparcaron el duelo por unos
minutos para partirse de risa sin tapujos. Luego cogieron a Buba como si fuera
un peluche y le acariciaron la cabeza hasta erosionarle centímetro y medio de rizos.
Si el profe criminal no mataba pronto al gambiano, se moriría de sobredosis de
mimosín.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz0yvQL5VQsN8ANTwx3b_u70OYvXgr7TnkLtwr9zAD9PJ0zS1FAPauU2vhKcTYl1hDIxNysFH6F16oBLlg6dPTXcvRuQnbkPEL_0Wwjrjp4ckcFnDi4ZHkXfGs3X-cgGZrbePQgBDKJFHR/s280/AA20+4.jpg)
Esta vez no hubo más sorpresas en su clase. Murió
el viernes lectivo, de viejo y no por violentos cauces, y todos olvidaron sus
nimiedades ante el esperanzador horizonte que se erigía ante ellos. Un viernes
a las 14:20 nada importaba ya, ni siquiera un asesino en serie. El lunes
macabros descubrimientos nublarían su semblante, pero ese día era ya juerga y
desenfreno.
Oye, pues esperando a la tercera parte de Sé lo que hicisteis el último finde
ResponderEliminarBueno hay pistas que pueden despitar...Veremos, veremos....
ResponderEliminarSaludos!
Buen trabajo.
ResponderEliminar