Proliferan en la caja tonta, para
satisfacer la voracidad de la audiencia, los criterios monotemáticos y la
reinvención de un mismo producto, mientras se consuma la manida fórmula hasta
la indigestión.
Etapas plomizas en el medio las
ha habido bien gordas: desde los late show de humor, opinión y tetas de postre
a las dos de la madrugada hasta los realities pseudo-educativos sobre
adolescentes, perros, bebés o encargados memos de negocio, pasando por
estúpidos programas de destrezas exóticas, absurdas habilidades con el micro,
la coreografía y hasta el trampolín. Una tras otra. A degüello.
La última moda, y ya cansa, es el
gusto por los programas de cocina. Bien estaba que Arguiñano aderezara
ensaladas y sobremesas bajo la encandilada supervisión de marujas de manual y
neófitas de sartén y cacerola. Luego empezó la sobresaturación.
Primero vinieron esas terribles
cuñas publicitarias de los telediarios. Traidoras y sutiles, te vendían la
nueva estrella michelín del Bulli como si se tratase de una verdadera noticia,
cuando se trataba de una mera estrategia propagandística similar a las
utilizadas con el nuevo libro de Carlos Ruiz Zafón o Federico Moccia. Yo
entiendo que hagan promoción, y más de libros, pero no dejan de ser anuncios en
espacios informativos. Un crimen periodístico en toda regla.
De todas formas, los fogones en
las noticias tampoco fue el peor delito de las cadenas. Todavía quedaba
envenenar la alta cocina con el cáncer de la TV: los realities. Y así aparecieron en la
parrilla –televisiva y gastronómica– Master
Chef, Mira quién cocina, Master Chef Junior, Entre fogones, Master Chef
Zoofilia, Pesadilla en la cocina y cinco mil programas más que
afortunadamente he olvidado.
La fórmula es tan mediática, tan
irreal, tan llevada y traída que tiene su aquel. El guionista se merece un
óscar o un tepe o lo que proceda por su labor imposible de convertir un tostón
como es un programa coñazo de cocina en un producto sensacionalista con todo lo
necesario para enganchar a una buena parte de la entumecida audiencia: ritmo
ágil, jueces peliculeros, formato eliminatorio, apartes con el espectador en
plan falso documental, sentencias de muerte gastronómica de esas que lo petan,
y una proporcionada dosis de platología, a veces hasta escasa, pero lo que
importa es el concurso y no que el churrasco salga jasco. Bueno, y si sale,
pues criticarlo y crucificar al pagano de turno.
La última en apuntarse
miméticamente a la moda ha sido la ficción nacional con ese revenido El chiringuito de Pepe. Absolutamente
infumable. No se salva ni con los fondos de Peñiscola ni con el culo de Dafne
Fernández. Un producto evitable, rico en grasas y colesterol, indicado solo en las
revisiones de Zapeando. Hablaba de la serie, no del mencionado trasero.
Sigo dándole vueltas al formato
este de los realities metiendo la zarpa en cualquier aberración y estoy
dispuesto a ofrecer –gratis– un buen puñado de ideas de tarro tan nefastas como
lo que están ofreciendo hasta ahora. Por ejemplo: Pizzería Águila Roja, donde Francis Lorenzo y David Janer regentan
establecimientos italianos y se pelean por servir la cena de Navidad al rey
Felipe IV. Pero tengo otras, como la Pornosalchicha,
un reality de actores de cine adulto que cocinan en bolas entre pinchito y pinchito
–de merluza, se entiende.
Pero salgamos de la restauración.
¿Qué tal un espacio de telerrealidad llamado Desahucio 1,2,3, donde dos familias son embargadas y la primera que
acredite un suicidio gana el concurso y le proporcionan una vivienda de renta
baja? Y si la fulanita se quita la vida en directo además le conseguimos a uno
de los huérfanos un trabajo vitalicio en Burger King o MacDonalds. Otra
propuesta es Cirujanos, un concurso
de novatos del bisturí que operan a corazón y cámara abiertos, descaliminando a los que hagan mal el
trasplante. Y a sus pacientes también, por motivos obvios.
La verdad que sobrexplotan los formatos y los temas hasta que todos los odiamos y no los podemos ver ni en pintura. Todo esto empezó con OT y ha ido pasando de tema en tema.
ResponderEliminarYo propongo otros dos reallities de éxito: "Barrenderos" donde el que menos mierda de las calles limpie queda eliminado o "Corruptos" donde el que menos dinero se embolse en operaciones fraudulentas sea vapuleado por la audiencia. Esto mismo podría convertirse en un publidocumental al estilo "Policías" y enseñarnos el día a día de los corruptos y barrenderos...
Hace gracia pero si hace unos años nos dicen que los programas de cocina en todos sus formatos lo petan nos descojonamos en la cara del que nos lo dice.
Y no sé si lo sabes pero hace más bien poco leí por ahí que están preparando un reallity en EEUU de escritores...Agárrate que vienen curvas si esto lo traen a españa veo a la blogosfera revolucionada.
Salud.
Calla..., que por mucha imaginación que le queráis echar al tema. La realidad siempre supera a la ficción o si no, recordad ese de cuyo nombre no me acuerdo, en el que uno se sentaba en un polígrafo destrozando como un maniaco su vida a golpe de supuesta vomitona de cruda realidad. También tenía algo de reality de cocina al más puro estilo canival. O este, que ponen ahora, que va de unos ex que se vuelven a juntar, supongo que para devorarse también además de para hacer el canelo nada menos que por el bien de sus vástagos. Ay, que me descojono.....
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