Cuando nos inventaron,
quienquiera que fuera, un triángulo volátil con un enigmático ojo dentro o una azarosa
colisión de partículas subatómicas, un mono evolucionado o un guionista barato
de películas de serie B; cuando nos nacieron, decía, nos colocaron los extras
como les salió de los huevos. Más allá de las elocuentes distinciones físicas,
de negros tostados, de nórdicos sin cocinar, y de babélicas y caprichosas
lenguas ininteligibles y otras degeneraciones dialécticas, tuvieron que reírse
mucho repartiendo caracteres por los terruños del globo.
Griegos, italianos, turcos y
españoles tenemos algo grabado a fuego en los genes. Hablamos muy alto. No hace
falta estar enojado, ni gritar ni estar lejos de nuestro interlocutor: los
decibelios nunca fallarán. Podría decirse que hablamos, en general, como si
estuviéramos en una discoteca con la música a toda pastilla, con la salvedad de
que nadie la oye, sólo perciben nuestras voces sobrealimentadas, tensadas hasta
ensordecer el silencio y enmudecer la quietud ambiental. Tampoco puede decirse
que hablemos para los demás. De hecho, no somos conscientes de que se perciben
nuestras miserias y se descubren nuestras intrigas. Es algo tan arraigado y
extendido que no llama la atención. Sólo cuando bajamos la voz repentinamente
porque queremos contar un secreto. Incomprensiblemente, es entonces cuando más
se nos oye.
No somos conscientes de nuestra
manera de comunicarnos. Pero si vamos a un país centroeuropeo no dejaremos a
los espectadores indiferentes. Como poco, los dejaremos sordos.
Es cierto. Pero he notado que, cuando estoy con gente que no es del sur de europa, me adapto..mejor para mis oídos. Yo creo que cuando ellos vienen, se aturden, se flipan y se van sin entender nada. Los comprendo :DD
ResponderEliminarUn abrazo :)
Es cierto hablamos bastante alto, y hablando por teléfono la cosa alcanza límites extremos.
ResponderEliminarPero bueno, en el metro veo cada día gente de otros países, del este sobre todo, que nos superan con creces. En lugar de hablar cantan ópera. Si supiéramos su idioma la de historias que íbamos a saber jajaja.
Un abrazo.
Hola Dry. He estado un par de semanas fuera, Londres y algunas partes de Francia, y sí, la verdad es que se nota la diferencia. La gente habla muy bajito, como con miedo, te produce serenidad.
ResponderEliminarPero hay que reconocer que no tienen ni al mielero, ni al afilador, ni al que vende colchones, que a grito pelado nos indican que están bajo nuestra casa. También tiene su encanto, no?
Abrazo genio!!