domingo, 27 de noviembre de 2011

Vivan las panteras rosas

Estoy enganchado al dulce procesado. Joder, es que está buenísimo. Será cancerígeno, polisaturado, grasoso animal y demás barbaridades; llevará pintura y plástico a partes iguales, pero es rico a más no poder. Y aquí podemos ampliar la orgía prefabricada hasta incluir tigretones, bonis, phoskitos y martínez. También se permite guardar un minuto de silencio por los tronkitos, bucaneros, pralin y otras delicias hoy desaparecidas.Mucha gente me tachará de insano, gratuito y facilón, pero es que la mejor y más artesana de las pastas no puede compararse a la ingesta indiscriminada de unos retazos de bollería industrial. Si hasta los bollicaos y donuts de tan guarros son deliciosos.
Los pastelitos procesados son indestructibles. Sólo así se explica que hayan sobrevivido cuarenta años a la dieta mediterránea; a los ochenta con su look imposible y las sobredosis de heroína; al desengaño hippie; a la crisis del nuevo siglo; a las armas de destrucción masiva; al boom del ladrillo; a guerras del Golfo y reinvenciones de Alaska; a Mazinger Z; a Saber y Ganar; a los galácticos de Florentino; a los atentados de Londres, Madrid, Nueva York; a las fumatas negras; a la muerte del vinilo y de la cabina telefónica; al ipod, GPS, ipad, y demás obscenidades; al sida malvado; a España en Eurovisión; a los paraísos fiscales y las indemnizaciones millonarias; al infarto de miocardio; al waka-waka y al waku-waku; a los tsunamis traidores; a la Expo 2008; a Terelu en Interviú; a Schwarzenegger de gobernador; a Los ricos también lloran; a los carnavales de Río; al bakalao; a las películas americanas de instituto; a Operación Triunfo; a los Todo a 100.
En fin, que en estos tiempos de comas etílicos y drogas de diseño, de porros entre cigarro y cigarro, de colesteroles a base de huevos (fritos) y aceites para nada esenciales, de hamburguesas dulces en pan de goma…¿qué más da que me inyecte conservantes y colorantes de color fucsia a cambio de un rato de placer saborífero? ¿Y por qué nunca han usado al dibujo animado de la pantera rosa para promocionar el pastelito?
“Think of all the animals you’ve ever heard about…”

martes, 22 de noviembre de 2011

Las 13 maneras más absurdas de darse en los huevos

1- Tu hijo de tres años te da golpecitos para llamar tu atención. Y justo el puño le cae a esa altura.
2- ¿Has probado a hacer malabares con el bate de béisbol tras un golpeo magistral? ¡Te eshuevas!
3- Estás escobando, pasando la mopa o la fregona, y se te atasca el mocho en el tope de la puerta o la pared. Tú sigues el movimiento hasta que incrustas los mismísimos en la punta del mango.
4- Se te cae una percha. Intentas cogerla al vuelo y te acabas dando con los puños en los huevos.
5- Después de mear, intentas responder al teléfono y subirte la cremallera a la vez.
6- Caminas normal hasta que de repente haces un extraño. Se llama tortilla con las piernas.
7- ¿Quién no ha sido futbolista de los que se echan la mano a la espalda para no hacer penalty y acaban parando el balón por cojones?
8- El potro es un clásico.
9- Lucas, el perro de la vecina rubia, se abalanza sobre ti. Siempre aterriza en blando el cabrón. Los lametazos es lo de menos.
10- El balón medicinal grande. Sin palabras.
11- Tu amigo el habilidoso te golpea con el taco de billar en una maniobra imposible. Ni siquiera toca la blanca, o en su defecto, mete la negra.
12- ¿A que cojones te vas a San Fermines to’ mamao? Claro que los toros siempre ahí, pinchando. Son ganas de tocar los huevos.
13- Lo malo de aterrizar en una señal de tráfico y salvar la cabeza es que alguna otra parte amortiguará el golpe. Nunca es el pecho.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Os vamos a poner nuestro video de boda…

Esto…yo tengo que barrer la arena del desierto. Y yo irme de vacaciones con mi suegra. A mí me toca limpiar la casa. Llevo 20 años sin coger un trapo, pero cualquier cosa antes que pasar por la misa baturra y el vals del final.
Así es, amigos. Los videos de boda son el mayor peligro al que nos enfrentamos todos los seres humanos que hayamos asistido a un evento de esta índole en los últimos meses. Poco importa si se ha divorciado Perico o si Manuela se está poniendo hecha un tonel. Si Igor e Irene se han casado y es tu primera visita a su nidito de amor tras el fallo, olvídate del guiñote, el dixit, el trivial o el parchís: te toca rememorar el día más feliz de sus vidas, y tus 45 minutos más desgraciados.
No es que el traje de novia no fuera espectacular, ni que el recogido no merezca un primer plano de 26 minutos. De verdad. No es eso. La misa era preciosa; el arroz apenas hervía en sudor de manos; el menú reventaba de gula; el vals aprobaba raspado; la orquesta suspendía en reggaeton y destacaba en caspa, cosas del saldo; la gorda de rojo tropezaba ridícula, y los sobrinos untaban las gominolas en el champán caro hasta los límites del pimplamiento. Sin duda la mejor boda en la que he estado desde la anterior, de verdad y no te miento. Palabrita del niño Jesús. Por éstas que te lo juro por Snoopy. Una señora boda.
Pero…no, por favor. No quiero volver a pasar por allí. Por cada encaje, corbata, sonrisa, zapato, vestido de princesota y escote palabra de honor. Te lo prometo. Con una vez ya está. Sé que fue el mejor día de tu vida, que te has chupado el video seis veces pero, por favor, no le des al “pause”. No quiero saber la anécdota del anillo. Joder, es que todos los padrinos lo extravían entre bolsillos y todos los novios se equivocan de dedo. Sí, es un Padrenuestro emotivo, pero lo prefiero a cámara rápida. Y tu prima Berta es muy mona, pero es que ni siquiera me cae bien. Y los bebés…si es que son un coñazo. Sólo maman, moquean y vomitan. Todo lo que enamora a sus padres y repele a los demás.
No. La misa entera no, te lo suplico. Ten piedad. Te rogamos, oh, señor. Por fin, el opíparo banquete. ¿Por qué siempre pasa el palizas del cámara en medio de los langostinos? ¿No puede esperarse a la carne, que tendré el cuchillo de sierra a mano y muy poco que perder?
El speech Hugh Grant. Sí, muy inspirado, pero no me lo expliques. Ya lo estoy escuchando. Por cierto, no aprecio la diferencia entre tu discurso de boda y un monólogo del Club de la Comedia. Y el chiste sobre el día que os conocisteis…no es que no lo entendieran. Es que no les pareció gracioso. No, a mí tampoco.
Momento corbata en la frente de Luisito. Divertidísimo… ¡una vez! La quinta cansa. Y el pastel. ¡Que empalague! Me refería a la tarta. Por favor, que el vals se lleve todo esto. De perdidos al río. Al menos que no me saquen con el cuello levantado y cinco botones desabrochados. Mierda. Este fotógrafo cabrón va a convertir mi aburrimiento en vergüenza propia.
Y Consuelo. Sí, Manolo, hace buena pareja con el gilipollas ese, no hace falta que me lo refrotes, bastante tengo con verles meterse mano en la pista de baile. Sí, aún me acuerdo de ella, simpático. Anda, vuelve a poner el resbalón de Jacinta. Así veré a alguien caer más bajo que mi dignidad. Nooooooooooo, desde la misa no, cabrón.
En fin, que si tus amigos recién casados te invitan a ver la casa y a cenar, di que no. Te chuparás las fotos, el video de boda, el reportaje en Bali y el video del viaje. Menos mal que en una de éstas –por cierto, ya lejanas– arreglaron el asunto con un video de otro tipo, no sé si me entendéis, y la chica tenía unos ojos azules preciosos, aunque fui el único en darse cuenta.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Soy heterosexual y no me importa reconocerlo

Soy un hedonista de la psique bajo los efectos de las sustancias y sus revelaciones oníricas y alucinatorias. Vivo en un mundo que trasciende las convenciones de éste.
Pensábamos que las inseminaciones habían acabado con ese ritual vicioso y antinatura que supone cohabitar con uno “diferente”. Todos habíamos admitido la sexualidad heterosexual como un mal menor en busca de la procreación. No sabemos por qué el Todopoderoso convino burlarse de nuestros instintos obligándonos a semejante aberración –juntar a un hombre y a una mujer–, pero hasta ahora no parecía sino un problema menor felizmente despachado con la ciencia reproductiva.
Hoy me he dado cuenta de que estoy enfermo. Me gustan las mujeres. Eso no es malo. Lo pernicioso es que soy hombre y no lo hago por aumentar la prole. Simplemente es vicio. Muchos como yo se acostaban con mujeres porque no podían pagar el tratamiento de fertilidad –o eso decían–. Ahora pienso que era una excusa para salir del armario. Nos gustan las féminas. Eso lo menos es zoofilia.
Tengo miedo a la opinión de la gente. A su rechazo. A su asco más o menos disimulado. A que me apedreen o escupan. A que me insulten y me llamen pervertido, degenerado o cualquier otra verdad. Necesito ayuda. Necesito bromuro. No tengo perdón del cielo. Pero es que disfruto con lo que hago. Y ellas también. Al menos, las pocas con las que he pecado con nocturnidad y mucha alevosía. ¿Habrá más bichos desviados como nosotros? Sé que está mal, pero tal vez no hagamos daño a nadie. Somos víctimas de nuestros ínfimos instintos y culpables de una vorágine desatada de perversión y maldad estructural. Por favor, que nos encierren. Pero juntos. Así morimos en éxtasis hedonista y envilecido.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Justicia vs. Autoridad

Normalmente deberían ir de la mano como si fueran amiguitas adolescentes con muchas inseguridades y todas las certezas. Mantendrían una complicidad empática e inabordable por los elementos ajenos, se dirían mil cosas con una simple mirada y serían la envidia de otras nenas y el deseo de todos los nenes.
Pero es que a veces se pelean. En esos casos parece que nunca se van a reconciliar. Se ponen cerdas y se gritan mil barbaridades. Juntas son intensas, insoportables por separado.
Pero en este mundo capitalista y americanizado de ránkines y clasificaciones no pueden ser iguales: una debe estar por encima de la otra. Y ustedes dirán: La Justicia es lo primero. Pues no. Debería serlo, pero, ¿quién reparte justicia con objetividad y honestidad plena? ¿Acaso uno puede disfrazarse de Capitán Verdad con un horterísima traje amorcillado de colorines blanqui-rojiazules y estrellitas y barras pro-estadounidenses y luego de superar el ridículo propio y la burla externa regalar a diestro y siniestro bandazos de ecuanimidad absoluta? ¿No es la justicia un principio insondable y sólo aproximado cuando somos los torpes humanos los que la vertemos en los ojos de nuestros semejantes?
La autoridad debe primar. Ya sé que mi decisión es poco popular, denota regímenes dictatoriales y mola poco en el siglo XXI. Pero es que no queda otra. El que manda debe hacerlo sobre decisiones justas e injustas, acertadas y desacertadas. No se puede dudar de su veredicto por sesgado que sea. Mejor dicho: no se puede desobedecer su sentencia. Podremos recurrir el fallo e intentar demostrar que la decisión no era correcta. Apelar, interponer, gritar, pero acatar primero. Porque si cada vez que uno sabe o piensa que no le han dado su ración de justicia se levantara de la mesa y le diera una ostia al cocinero el mundo sería un caos. El que rige el principio de autoridad se presupone ecuánime, justo y juicioso. No podemos negar su objetividad ni desacreditar su decisión, por mucha razón que tuviéramos. Porque si cada vez que no han sido justos con nosotros desobedeciéramos las leyes, acabaríamos anárquicamente despreciando todo aquello que no nos favorece y revistiéndolo de equivocado. Otra cosa es hablar con la autoridad y sacarla de su error, pero tomarnos su sentencia por el pito del sereno, nunca.
En fin, que la próxima vez que castiguen a mis chicos presuntamente injustamente, que traguen o negocien. Ya protestarán después de haber cumplido sus veinte minutos entre rejas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

La venganza te entra por un oído y te sale por el otro

A veces ganan los buenos.

Aquella mañana Largo coincidió con Cuadrícula en el baño. Mirando al frente, humedeciendo úricamente el miccionario, el agente Más Largo que un Día sin Pan intentó sonsacar a Cuadrícula de Excel.

–No te saldrás con la tuya –dijo el larguirucho.
–No tienes nada –respondió Excel mientras tiraba de la cadena. Sabía que el fragor de la cisterna ensordecería una posible grabadora oculta que pudiera llevar Día sin Pan en el bolsillo. No iban a cogerle mediante escuchas inocentes–. Pero pienso en cómo me has sacado del negocio. Pronto te devolveré el golpe. Y te aseguro que no lo olvidarás…

Luis Mateo Sanjuanes cerró la frase misteriosamente y se marchó dejando al poli de los pantalones por los tobillos con una doble indefensión. No podía replicar y tampoco irse con él. Aún tenía que cerrar el asunto. Intentó hacer dos cosas al mismo tiempo y se enganchó el pellejo con la cremallera. Contuvo el grito, estiró el gesto, dobló la entrepierna. Una lágrima sincera derrapó de su cristalino. Sentía miles de tijeras de podar circuncidándolo sin anestesia. Entró otro compañero. Largo fingió normalidad, lo cual magnificaba el dolor y prometía sufrimiento doble. La culpa era de Excel.

Día salió por fin a la rutina cotidiana. Ojos le esperaba con un cortado recién ordeñado de la máquina. No había nada más bonito que aquellos ojazos regalando ternura y café como excusa. Hablaron por un rato. Cosas intrascendentes pues Cuadrícula no andaba lejos. Que si Pan iba a regar con esos pantalones reglamentarios, que si Elfo quería escuchar el nuevo disco de Tako, que si bajarlo de Internet era un delito para Largo, y un extenso etcétera de trivilialidades diversas. Por mucho que Excel acechara y delinquiera impunemente, el amor de aquella policía colmaba a Largo y daba plenitud a su existencia.

Aquella noche todo cambió. Sota de Espadas levantó a Largo de la cama. Geriatriz había muerto en circunstancias violentas. Tenía los tímpanos reventados y sangraba por ambos oídos. Estaba cadáver sentado en su sofá y llevaba los auriculares profesionales puestos. Cualesquiera que fueran los sonidos que emitiera aquel reproductor, eran heraldos de muerte. Largo cogió el mp3 y se lo llevó al laboratorio. Se cuidó mucho de reproducirlo hasta asegurarse bien. Salió, cerró las puertas e insonorizó la habitación. A los 35 minutos los cristales saltaron por los aires. Decidió entonces abrir el reproductor en modo silencio: era el último de Tako. En la tercera canción el volumen subía un 5000% y un chillido ensordecedor agudo y estridente reventaba todo aquello que osara escucharlo.
Día sin Pan tuvo un mal presentimiento. Llamó a Elfo pero nadie respondió en su móvil. De repente aparecieron ¿Qué coño miras? y Bollitos Martínez con Centrifugada esposada. Si la pobre agente de patrulla ya daba miedo con esos pelos de lavadora, verla en pijama y sin atisbo de intentar peinarse, más las esposas a la espalda, añadía nuevos elementos de terror. Al parecer, ella fue la que había grabado el disco a Geriatriz. Juraba que se lo había dado Cuadrícula de Excel, pero nadie le creía. Largo lo hubiera hecho, pero llevaba seis minutos saltándose semáforos en rojo para llegar a casa de Elfo. Sabía que ella también tenía ese disco, y no contestar al teléfono sólo podía significar que hacía oídos sordos a su integridad física.
El agente estaba absolutamente desencajado. Ni siquiera llamó al timbre. Sabía que nadie le abriría. Tumbó la puerta de un patadón tan grande que las bisagras chillaron de dolor. Recorrió la casa con celeridad. Estaba en el dormitorio. Parecía dormida, pero ingentes cantidades de sangre brotaban de las orejas élficas de su amada. Unos cascos de los chinos certificaban el delito. Había sido el disco trucado de Tako. Centrifugada se lo había grabado también a ella.
La ambulancia llegó pronto. Unos seis años según le pareció a Largo. Los camilleros no pusieron buena cara al verla. Para unos seres tan acostumbrados al dolor, aquel era un indicio funesto. Tal vez ya estaba muerta. Sólo un febril latido se empeñaba en defender lo contrario. Día sin Pan se volvió a saltar la media docena de semáforos anteriores para poder escoltar al vehículo sanitario. Tenía la mirada desesperada. La estaba perdiendo.

Nadie creyó a Centrifugada. Su aspecto de mujer loca no le ayudaba en nada. Su disco, además, presa fácil de los internautas, causó siete muertes más y varios casos de sordera total o parcial. Sólo se salvaban los que escuchaban la tercera canción sin auriculares. Todos aquellos muertos y heridos fueron imputados a Centrifugada. Tal vez Largo hubiera podido ayudarla, pero en seis días no se movió del cristal de la UCI donde permanecía Ojos Almendrados de Elfo en coma inducido. El séptimo día Centrifugada se suicidó. Se hizo una soga con su mata de pelo y se ahorcó con aquellos cabellos rebeldes de esparto galvanizado. La comisaría de Proteger y Servir había perdido en una semana a cuatro efectivos: Día ausente y perdido, Elfo en coma severo, Geriatriz brutalmente asesinado, y Centrifugada autoejecutada tras causar la desgracia a sus compañeros. Mientras tanto, Cuadrícula de Excel se seguía repeinando con gomina.